La cueva natural del S XVIII excavada bajo la montaña junto con la selección de las mejores barricas de las tonelerías más prestigiosas, hacen que los vinos de Joaquín Rebolledo sean muy personales. Roble francés y caucásico copan la cueva de la bodega. Allí, con unas condiciones de humedad, temperatura y silencio concretas, los tintos adquieren una notable y diferenciadora expresión.